viernes, 25 de julio de 2014

Rapto y escapada al norte (Cudillero-Oviedo)

Este pasado fin de semana, y debido a que los peces no tenemos vacaciones hasta octubre (ya os contaremos destino), se me ocurrió raptar a Pez macho y llevarmelo al norte a desconectar. Elegí un Hotel rural, literalmente perdido en medio de la nada muy cerca de Cudillero, un pueblo que descubrí por casualidad en un blog de viajes.  Todo empezó a sí:

El viernes Darío vino a buscarme para llevarme al tren, porque se pensaba que me iba a Málaga a ver a una amiga, así que cuando me monté en el coche y le dije que nos íbamos al norte, los dos, fue con cara de tontito todo el viaje, sonriendo sin parar. Es la primera vez que me aguanto una sorpresa tanto tiempo, tuvieron que ayudarme, porque cada dos por tres se lo quería contar y eso no podía ser, así que minipunto para mi!

Asturias es un paraíso, yo nunca había estado por esta zona y me encantó, te ayuda muchísimo a desconectar y los lugareños son realmente amables. Nos hizo un tiempo típico de la zona, recordad siempre echar una chaquetilla en los viajes al norte, y en el maletero el chuvasqueiro.

Hotel
Nos alojamos en el Hotel Rural Monte Somao.
No hay palabras para describirlo, Hotel Rural de diez habitaciones, a cinco minutos de Cudillero y en el medio de la naturaleza. Sus dueños, Salvador y Patricia hacen que te sientas en su casa como en tu propia casa, se respira un ambiente reposado y cuidado hasta el más mínimo detalle. Para los amantes de las camas de viscoelástica, allí encontrarán su cuna perfecta. Si buscáis en tripadvisor o en booking veréis que tienen una puntuación altísima y muy buenos comentarios. Al hacer el check in te explican el funcionamiento del hotel los horarios y te dan la llave para que tengáis total autonomía para entrar y salir. Tiene aparcamiento propio, si bien algunas plazas son para intrépidos, nosotros siempre encontramos hueco en las plazas nivel dummie. Tiene además del desayuno, almuerzo y cena por 12 euros, con unos menús que hacen pensarse si quedarse todo el día vegetando y dejándose mimar en el hotel.

El desayuno, incluido en la estancia, todo con productos de la zona, descubrimos dos quesosuno cremoso que probé con membrillouno ahumado que le encantó a Darío, pudimos comprarlos en el mercadilo de Grau el domingo, algo que no deberíais perderos, nosotros fuimos por la carretera tradicional está a 24 km del hotel y viajas por los valles y las montañas más verdes y frondosas que puedas imaginar, si queréis optar por la vía rápida desde Oviedo hay conexión con la A8. Es un mercado tradicional donde podéis encontrar quesos, embutidos, cestería. Os dejo el enlace de fechas aunque por lo que puedo ver se monta todos los domingos.http://www.ayto-grado.es/ferias-y-mercados
Tanto si decidís ir al Hotel que elegimos como a otro, seguramente os aconsejarán muy bien los lugares que no os podéis perder, de todas maneras aquí van los nuestros, sobre todo no perdáis la oportunidad de hablar con la gente de allí.
 
Al llegar el viernes encontramos "esto" justo al lado del hotel, y veíamos a gente caminar hacia la luz (nunca mejor dicho) con aire que ni la Santa Compaña.
Como somos unos valientes, pensando que ibamos a acabar en la casita de los dulces de Hansel y Grëtel, o en alguna fiesta privada a la que no podríamos entrar, nos decidimos a bajar como si fuesemos unos lugareños más. Encontramos una Performance de un baile típico de Japón, la danza Butoh. Si buscáis por youtube encontraréis algo parecido a lo que vimos.
Ya nos sentíamos plenamente del lugar así que donde va Vicente fuimos nosotros también, y llegamos a un restaurante cerca del hotel (por no decir enfrente)Opera Omnia, tienen una tienda de antigüedades que podría hacer las delicias de cualquier excéntrico del arte. con unas vistas impresionantes del valle que llegan hasta el mar, en los días que no hay niebla. Como era una ocasión especial en la que los vecino se juntaron para presenciar las danzas Butoh, solo había un menú, la típica Espicha Asturiana, que es una cena con los platos más típicos de la zona. Probamos los chorizos a la sidra, Hummus, pizzetas de verduras, carne a la brasa, todo regado con vinos de la zona y de postre sidra y dulces, compartimos mesa con gente de la zona y fue muy divertido. Todo espectacularmente riquisimo.
El sábado lo dedicamos a dar un paseo por Cudillero, llovía, así que no pudimos hacer casi fotos. Es un pueblo marinero con sus casitas pintadas de colores, donde comer también es una delicia. Nos acercamos a Cabo Vidío antes de comer, donde pudimos contemplar el azul del Cantábrico donde las playas se funden con los bosques. ¿ cuantas veces he dicho ya la palabra espectacular?

Ahora un poquito de hambre. 
Estuve leyendo por la red, sitios para ir a comer, nosotros no somos muy de dejarnos llevar por las modas y solemos ir a salto de mata al sitio que más nos llame la atención sin reservar, pero encontre Restaurante Casa Mariño y no pude dejar pasar la oportunidad. Solo voy a añadir las fotos de lo que comimos porque creo que no hace falta hablar, ojala pudiéseis meter un tenedor por la pantalla y probarlo porque fue realmente delicioso, igual que el trato y las vistas a un bosque de eucaliptos que terminaba en la playa. Es un restaurante con mucha tradición asturiana, que ya va por su tercera generación. Ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, pero sin dejar de lado los platos típicos, y el pescado del día. Yo tuve la ocasión de probar el Sargo y Darío pidió Bonito, ya que estaba en temporada. Fue un capricho gastronómico desde luego, pero de vez en cuando hay que concederle antojitos al estómago.
 
 Después de la super comida, solo nos apetecía siesta, y como el fin del viaje era el descanso del estrés de la carga de trabajo acumulado, pues allá que nos fuimos de vuelta a Monte Somao. Al despertar nos aceramos a las playas del Aguilar y Campofrío, estaba lloviendo, así que fue una parada corta, pero desde luego son playas que merece la pena detenerse y dejarse mecer por las olas, dentro o fuera del agua. Como el tiempo no acompañaba cogimos el coche y nos decidimos a hacer una rutilla. Acabamos en Avilés, perdidos entre su zona industrial buscando el faro de Avilés, nos sobrecogió el gris de su cielo, y las grandes refinerías y carboneras muy cercanas a la costa, nosotros que conocemos la zona de Arteixo en Coruña, volvimos a sentir la misma sensación de azufre en el ambiente, parecía un grito contenido en el aire, hay que estar allí para sentirlo desde luego.
Los Faros
Supongo que ya sabréis que nos apasionan los faros, el día menos pensado Darío me dice que nos hemos comprado un faro para irnos a vivir y ser fareros y me lo creo 100%, siempre que salimos de viaje buscamos los más cercanos para visitarlos, y esta era una gran ocasión al estar en la costa. En total vimos tres faros, claro está que no son tan impresionantes como los que vimos en la costa de Normandía el año pasado porque no tienen torres muy elevadas, ya que están localizados en cabos muy elevados de forma natural, conocimos el faro de Cudillero, de lejos, ya que le temporal había arrancado parte del paseo y el acceso estaba restringido, una pena porque las vistas son impresionantes. Después estuvimos, como ya he dicho, en el faro de Cabo Vidío, y por la tarde en el Faro de Avilés o faro de San Juan. Da pena decirlo, pero muchos de los faros (no pido visitarlos por dentro que será la casa del señor funcionario farero) están cerrados al público y es una pena ni si quiera poder acercarse al recinto. Este fue el faro que más me gustó, aunque ya os digo que tuvimos que verlo de lejos y no pudimos ver las vistas de alrededor. Como nos quedamos con ese mal sabor de boca de hacer kilómetros a lo tonto me lo bailo, cogimos de nuevo el coche y vimos un cartel dirección Cabo de Peñas. Allá que nos fuimos cámara en mano. He de decir que no es la mejor foto que tenemos, pero pocas veces tenemos fotos tan nítidas de faros encendidos. Lo bueno de este lugar es que tiene una pasarela alrededor del faro en la punta del cabo que permite ver los acantilados. Aprovechamos también, ya que había llovido, para hacer fotos de caracoles, ¡había miles!la gente debió pensar que somos un poco raritos, pero lo pasamos pirata. 
Si os entra gusa, al lado del faro hay un chiringuito para comer tapas, olía a calamares que parecía un pecado no parar, pero después de la comida no teníamos hueco ni para una sidra más, y como llevábamos una chaquetilla de nah, nos fuimos para el hotel a descansar, sabiendo que el desayuno no iba a defraudar y que recobraríamos fuerzas para volver al día siguiente a la Dura realidad.
Antes de volver a Madrid, nos encontramos con unos amigos que comenzaban sus vacaciones en el norte y coincimos en Oviedo, pero eso ya os lo cuento...mañana.

Recordad: viajar como maletas es mal, así que más mirar por la ventana y menos caso al wasap!



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